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Historia y Vida

Un ugetista y socialista prietista. Nicolás Redondo

 

Cuando murió Indalecio Prieto el futuro líder de UGT, Nicolás Redondo, iba a cumplir 35 años. Los dos se habían criado en la margen izquierda y los barrios populares del Gran Bilbao. Llevaba casi veinte años de afiliado, desde que empezó a trabajar de aprendiz en la Naval de Sestao. Su padre, administrativo socialista represaliado, era admirador de Don Inda. Nico se había criado con su tía, una segunda madre, que se había casado con su padre al fallecer la vizcaína apellidada Urbieta. Quizá porque entendían algo el euskera, aunque en casa el castellano era la lengua, Nico Redondo Urbieta, el compañero Juan, fue designado para representar a las organizaciones socialistas en el Consejo General Vasco al cumplir los treinta años.

Años antes, al cumplir 9 años, como niño de la Guerra de España, había sido evacuado desde Bilbao a Francia, donde residió con una familia francesa durante tres años, aprendiendo el francés y añorando a su padre que tuvo que retirarse del margen izquierdo hacia Santander hasta caer preso. Entró enseguida de aprendiz en la Naval de Sestao y, ya para 1943, con apenas 16 años empezó a colaborar con las juventudes socialistas y UGT.  Una vida de trabajo donde continuó en la fábrica los treinta años siguientes hasta su encarcelamiento, pero antes ya fue detenido brevemente en varias ocasiones, huyendo en otras como en 1951, 1956 o 1967.

En plena guerra mundial era un niño, huérfano de madre y separado de la familia, como otros líderes históricos socialistas y ugetistas incluidos el abuelo fundador Pablo Iglesias y los coetáneos Largo Caballero, Prieto y Saborit. La gran familia socialista eran su patria y su comunidad.

Con otros veteranos, impulsaron una culebra en la Naval en solidaridad con los mineros asturianos en mayo de 1962. Aunque formaron un comité de alianza sindical con un representante de CNT y los solidarios vascos de ELA, fue difícil extender los comités de alianza a los principales centros de trabajo y localidades industriales. Aun así en 1964 la Alianza Sindical De Euzkadi convocó un paro y manifestación por el primero de mayo. Todavía se recordaban los ecos de la gran huelga general del primero de mayo de 1947 y el paro convocado por el Consejo General Vasco en 1951. Ya entonces a Nicolás le estuvieron buscando y fue detenido brevemente. De nuevo en 1954 y sobre todo en 1956 y 1958 hubo una generalización de la protesta obrera, con la constitución de comités o comisiones para mejorar las condiciones de vida y trabajo, que, junto a la entrada de España en la OIT, coadyuvaron a que se aprobara la ley de convenios colectivos franquistas y se eligieran enlaces del sindicato vertical con más libertad. En el País Vasco, no obstante, la mayoría de los trabajadores seguían tomando las elecciones a chufla, votando a Sofía Loren o Cantinflas.

Nicolás tenía ya dos hijos que continuarían la tradición socialista, como lo harían los de su compañero Eduardo López Albizu, o muchos otros. La margen izquierda era una comunidad cerrada de sociabilidad del movimiento obrero donde sobrevivieron las organizaciones socialistas y comunistas en las barriadas tomando chiquitos por las tardes y pasándose noticias de lo que decían los antiguos largocaballeristas, Rodolfo Llopis o Pascual Tomás, secretarios generales del PSOE y UGT, respectivamente. Otras veces se pasaban un recorte de El Socialista con un discurso o un artículo ocurrente de Don Inda, pues después de su muerte siguieron publicándose sus discursos y artículos por la prietista Agrupación Socialista Española de México. Todo ello a pesar de que empezaban a regresar a las organizaciones algunos antiguos negrinistas o seguidores de Largo Caballero anteriormente marginados o expulsados.

Tras el cumplimiento de su condena por Ramón Rubial, un tornero que había formado parte del comité de huelga revolucionaria de octubre de 1934, siguiendo las instrucciones de Prieto, quiso emigrar a México, pero Llopis le pidió que se quedara en Erandio asesorando a Antonio Amat. Poco después de la caída general del otoño de 1958, que detuvo a casi una centena de socialistas de toda España, tanto veteranos de Valencia, Madrid, Málaga o Sevilla como jóvenes mineros de Asturias, y graduados universitarios y abogados socialistas de Madrid, Barcelona y San Sebastián, nombraron a Ramón Rubial, el compañero Pablo, vocal de la ejecutiva del partido socialista, junto al psiquiatra e incipiente escritor, el arrollador Luis Martín Santos. Para la de UGT promovieron al principio a Palomo, el caballerista malagueño Francisco Román, y luego a Gema, Emilio Agüero, residente en Madrid, aunque el camarada Román, al que a veces, dada su simpatía, le daban el nombre de guerra, “chanquete”, ya había dimitido en 1964 cuando murió en accidente de tráfico Martín Santos. Así que la parte clandestina de las comisiones ejecutivas no terminaba de funcionar, pero en 1964 Rubial intervino para constituir la primera comisión permanente de las Ejecutivas socialistas, pasando por ellas, sucesivamente, los históricos Agüero, Cristóbal Cáliz Almirón, Alfonso Fernández Torres, de la Juan Zarrías, la mayor parte andaluces o extremeños residieran o no en Madrid.

Junto a ellos los asturianos y vascos lideraban la organización, pero solamente la incorporación de militantes de la generación de hijos de la guerra a partir de 1967, con Enrique Múgica “Goizalde”, antiguo estudiante de derecho comunista, iba a ir radicalizando posturas. De hecho, la huelga de Bandas, con la que solidarizaron los ugetistas, y que fue la primera emergencia de la nueva izquierda sindical de origen cristiano de la JOC y la HOAC, de la socialista autogestionaria USO, iba a hacer ver a los jóvenes socialistas y ugetistas vascos que había que, como diría Redondo, “radicalizar posturas”.

De hecho, al poco reunieron a la internacional juvenil socialista en Portugalete con asistencia de miembros de la segunda generación del exilio como Manuel Simón o del renacido secretariado femenino y juventudes como Carmen García Bloise o de los exiliados de la disuelta agrupación universitaria ASU, Miguel Ángel Martínez, ya dirigente internacional.

En 1968 Nicolás Redondo impulsó en la Naval la formación de un comité obrero unitario con USO, el PCE y la naciente izquierda abertzale, después de la celebración de unas asambleas y hasta la elección directa de 15 representantes, delegados de los trabajadores en vez de los enlaces sindicales. Al poco algunos fueron detenidos y al comienzo de 1969 se convocó por UGT, Juventudes Socialistas y el PSOE la primera tentativa de huelga general para toda España, coincidiendo poco después el estado de excepción tras las protestas por la muerte del estudiante del Frente de Liberación Popular, Enrique Ruano.

Más de medio centenar de ugetistas fueron encarcelados en el País Vasco y otros muchos como el propio Rubial o Redondo fueron deportados y confinados en localidades de Extremadura y otros lugares. Enrique Múgica se encargó de visitarlos y coordinar a las organizaciones durante el estado de excepción y poco después también se recuperó a Antonio Amat para impulsar la reestructuración de las organizaciones en otros lugares, que andaba en su Vitoria natal desde 1964 alejado de la coordinación tras más de una década como animador de la clandestinidad y el reclutamiento de universitarios y jóvenes o veteranos obreros socialistas.

Al poco el compañero Juan iba a ser promovido a dirigente nacional de las organizaciones, para pasar a ser desde finales de 1970 miembro de las ejecutivas del partido y del sindicato, y luego secretario político, es decir, el principal dirigente de la clandestinidad hasta Suresnes y la elección de Felipe González como primer secretario.

Sin embargo, en un encuentro a tres hace más de diez años con Antón y Nicolás, éste último restaba importancia a todo ello. En realidad, modestamente señalaba que no había hecho otra cosa que cumplir con el legado de su familia y comunidad socialista. Después de 1970 las responsabilidades ocupadas hasta 1994 serían otra época y otra cosa.

 

Compañero Juan

 

Desde 1970 se había forjado la unidad de acción del antifranquismo tras años de guerra de la izquierda debido a la herencia de la guerra civil.  A partir de entonces, hubo conversaciones para la creación de la plataforma democrática que reuniera a la oposición moderada con las fuerzas del antifascismo histórico sin la exclusión de los comunistas y la nueva izquierda radical. Exponentes regionales de esa unidad de acción fueron la creación de la Asamblea de Cataluña o el Fondo Unitario de Solidaridad Obrera Antifascista en Asturias. No se logró una única postura de cara a las elecciones sindicales de 1971 pero toda la oposición obrera salvo el dominante PCE defendió la abstención.

En el País Vasco la protesta obrera había dado lugar en 1973 a la creación de una plataforma unitaria reivindicativa entre UGT, CCOO y USO, que trajo consigo la detención de los líderes socialistas, Nicolás Redondo y su estrecho colaborador José Antonio Saracibar, y comunistas, como Tomás Tueros. En ese contexto, también habían sido detenidas las direcciones de USO y de CCOO en 1972. Los dirigentes de CCOO habían ido detenidos en una reunión donde debatían el futuro de la unidad sindical tras la liquidación del Sindicato Vertical y el final del franquismo. Ello dio lugar a una campaña en solidaridad con los dirigentes de CCOO que se conocería como el proceso 1001.

La campaña de solidaridad tuvo dos vertientes adicionales. Por un lado, UGT y USO, sin dejar de solidarizarse con Comisiones, quisieron también extender hacia sus organizaciones las campañas de solidaridad contra la represión de sus dirigentes, a pesar de estar ambas organizaciones inmersas en un proceso de reestructuración después de crisis internas y escisiones. De este modo, en el verano de 1973 el último congreso de UGT en el exilio contó con la asistencia de delegaciones de USO, y Redondo, compañero Juan, fue confirmado en ausencia como primus interpares del sindicato, además de desempeñar la secretaría política del PSOE.

Por el otro, la concertación unitaria antifranquista entre la oposición obrera llevó a realizar un proyecto de huelga general con ocasión del comienzo del proceso contra la plana mayor de Comisiones Obreras. A estas reuniones en Madrid asistieron representantes de la izquierda radical, que incluía a nuevas formaciones procedentes de ETA como el Movimiento Comunista. El representante de la UGT y del PSOE apoyó el proyecto de huelga general siempre que ETA no utilizara la violencia. Sin embargo, ETA siguió con sus planes de hacer coincidir la huelga general con un atentado mortal que convirtiera el día en una situación prerrevolucionaria. No parece que terminaran avanzando los proyectos de una huelga general, pero lo interesante es que todavía en 1973 se planteara esa posibilidad de movilización que había constituido un mito antifranquista desde la convocatoria sin éxito por el PCE de la Huelga Nacional Pacífica en 1959.

Finalmente, el inicio del juicio contra CCOO coincidió con el atentado mortal contra el presidente Carrero Blanco sin que la oposición obrera se lanzase a la huelga general. Se podría decir que el atentado a primeras horas de la mañana del día provocó una reacción de miedo, paralizando también las acciones de solidaridad en el espacio público. A pesar de la conmoción por el asesinato de Carrero Blanco,  Marcelino Camacho fue condenado a veinte años de prisión, mientras que otros dirigentes se quedaron con pena de entre 17 y 12 años. Las penas serían rebajadas un año después.

Por su lado, Nicolás Redondo y la dirección de USO vieron postergados sus procesos en el Tribunal de Orden Público, aunque el líder socialista fue despedido de la fábrica, quedando liberado por la organización, decidiendo dedicarse a la reorganización de UGT.

La reacción franquista trajo consigo amenazas de represión generalizada contra los dirigentes obreros, siendo detenidos socialistas como Joaquín Jou Fonollá dirigente del PSOE en Cataluña y muchos otros. No hubo una represión generalizada y no se promulgó el estado de guerra como pedían algunos franquistas, pero el antiguo director de policía, Carlos Arias Navarro, terminó siendo nombrado presidente del gobierno franquista, lo que contentó a los duros del régimen, que pronto serían conocidos como el bunker.

No hubo nuevos proyectos de huelga general revolucionaria, salvo en el País Vasco donde a finales de 1974 hubo una convocatoria con bastante éxito. No obstante, en 1974 se creó la Junta Democrática con secciones en muchas localidades y centros universitarios, mientras que el PSOE, los nacionalistas vascos y la oposición moderada comenzaron a preparar la Plataforma de Convergencia Democrática, que incluiría en 1975 por primera vez a organizaciones de la izquierda radical.

Un año después se celebró el primer congreso socialista en Madrid en la semiclandestinidad, el XXX de UGT, donde el compañero Juan, volvió a ser Nico, Nicolás Redondo, un líder socialista y ugetista ya hombre público, para reconstruir el sindicato durante casi veinte años a la par que Felipe González lideraba al PSOE y le llevaba a una larga etapa de gobierno en el que se consolidó el estado del bienestar pese a la crisis, se aprobó la ley orgánica de Libertad Sindical y España volvió a Europa, de donde no se había ido nunca la UGT aún bajo la bota de Hitler y en los comienzos de la reconstrucción del sindicalismo y las instituciones europeas.

 

Abdón Mateos, catedrático de Historia, vocal asesor de la agencia de acreditación del Ministerio de Universidades, miembro de FETE-UGT y ex secretario general de ASU

 

 

Gilberto Bosques, entre la historia y la memoria democrática

 

En estos días, el presidente de México ha realizado un homenaje al político y diplomático poblano Gilberto Bosques por su reconocimiento como memoria del mundo de la UNESCO. Bosques murió ya centenario en 1995, en el momento que por primera vez realicé una estancia en México. Pocos años después, en el 2000, gracias a  la estancia durante un curso en El Colegio de México, el historiador y documentalista Alberto Enríquez Perea me animó a acercarme a la personalidad de Bosques por su labor en la protección de los refugiados republicanos españoles. Así, en mis libros De la guerra civil al exilio (2005) y La Batalla de México (2009) me acerqué a las relaciones hispano-mexicanas desde la Segunda República y durante la España del exilio. Con otros historiadores como Benedict Berhens y José Luis Morro he tenido ocasión de hablar sobre Bosques en otros momentos.

Se ha afirmado en la prensa que Bosques salvó a más de 40 mil refugiados no sólo españoles sino antifascistas europeos durante su misión como cónsul general mexicano en Francia durante la segunda guerra mundial. Es cierto que, con el patrocinio de Indalecio Prieto desde la delegación de la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE) en México, Bosques abrió dos castillos en la Francia de Vichy en los que encontraron refugio más de mil hombres, mujeres y niños españoles, que eran financiados por la JARE. El consulado mexicano firmó de nuevo, como había hecho en 1939, decenas de miles de visados a republicanos españoles y brigadistas internaciones de la Guerra de España, generando un rayo de esperanza. Sin embargo, la caída de Francia ante la guerra relámpago de Hitler había hecho extremadamente difíciles el fletamiento de embarques colectivos hacia América. De hecho, solamente menos de cinco mil españoles llegarían a México en embarques entre 1940 y 1942, durante los años de la Francia de Vichy. El gobierno de Lázaro Cárdenas inicialmente había suspendido los embarques al estallar la segunda guerra mundial, aunque ante la caída de Francia volvió a abrir las puertas de su país a todos los refugiados. Su sucesor Manuel Ávila Camacho continuó la protección de los refugiados, pero acentuando la prevención hacia anarquistas, comunistas y judíos.

Bosques siguió las instrucciones de la cancillería mexicana confirmando la autorización de visados que recibía desde México, y. seguramente, fue más allá en algunos casos personales de perseguidos judíos y comunistas, pero como ha demostrado Daniela Gleizer no se extralimitó en términos generales respecto a las prevenciones antisemitas y anticomunistas de la administración avilacamachista.

Del mismo modo, como he tratado hace años, el cónsul mexicano no hizo gran caso a la comisión auxiliar de la JARE en Francia, en la que se encontraba, por ejemplo, el líder de los socialistas vascos Paulino Gómez Beltrán, pese a recibir desde los fondos de la JARE en México cuatro millones de francos mensuales. Finalmente, en embarques en una naviera portuguesa lograron ser trasladados desde Marruecos algunos miles de refugiados, siendo en algunos casos alteradas por el Consulado las listas de embarques de exiliados españoles elaboradas por la comisión de ayuda española en función de responsabilidades y cuotas políticas y, en otros, sustituidos por antifascistas europeos.

El personal de la legación mexicana fue internado por las autoridades nazis y Bosques y su familia solo pudieron llegar a México en 1944, donde fueron recibidos por los exiliados. Tras la  guerra mundial, como ha estudiado Aurelio Velázquez, Bosques fue destinado a Portugal continuando ayudando a algunos antifranquistas que conseguían huir de la represión franquista y se veían amenazados en el Portugal de Salazar. Destinado en la Cuba de Batista, ofreció incluso protección a los hermanos Castro. Por su labor de protección a los refugiados, en 1956 recibió una condecoración del gobierno republicano en el exilio encabezado por Gordón Ordás.

En resumen, Bosques, que había sido un joven político y periodista en tiempos de la revolución mexicana, desarrollando incluso una carrera parlamentaria, terminó siendo un funcionario de la carrera diplomática que siguió las instrucciones de su gobierno, yendo más allá de ellas en algunos casos respecto a la protección de antifascistas españoles o europeos. Esta protección mexicana la realizó con la ayuda de los fondos de la JARE, a pesar de la limitación de éstos y las circunstancias adversas para los embarques colectivos durante la segunda guerra mundial. La  concesión de decenas de miles de visados desató un resquicio de esperanza entre los refugiados en los momentos más duros de la Europa de Hitler, aunque solo unos pocos miles consiguieran finalmente llegar a México.

Desde su muerte en 1995 Bosques ha recibido homenajes y reconocimientos que culminan con éste de la UNESCO, y se ha exagerado en la prensa hasta hablar del Schindler mexicano. Sin embargo, llama la atención que no haya ningún lugar de la memoria en España sobre su figura a pesar de las conmemoraciones del exilio y las políticas de memoria democrática.

Gilberto Bosques, entre la historia y la memoria democrática (elobrero.es)

 

 

Las Asturias socialistas

Mi discípulo y amigo Abel inició su trayectoria de posgrado hace quince años. Había empezado trabajando sobre las formaciones centristas en el Principado durante la transición. Por aquel entonces celebramos el V congreso internacional de la Asociación de Historiadores del Presente que habíamos fundado hacía diez años. Quisimos avanzar sobre la frontera final convencional de la transición situada entonces y hoy todavía en 1982. Los historiadores habíamos contribuido a fijarla en 1982 gracias a la labor de mi maestro Javier Tusell en congresos internacionales celebrados desde 1988, como el que coordinamos sobre la Oposición al franquismo, con el patrocinio de los ministerios de Cultura, Educación y Exteriores. Acabada de celebrarse también por los historiadores el cincuentenario de la Guerra Civil, aunque la administración socialista y el mismo Felipe González había sido renuente a la conmemoración debido a las políticas de reconciliación y echar al olvido el pasado. Un error de las políticas públicas de uso del pasado y para la memoria democrática, que pronto empezaría a corregirse con políticas de recuperación de baja intensidad que fueran más allá del retorno de la obra de los exiliados y los supervivientes, casi todos de la segunda generación del exilio, la mayoría hijos, antiguos clandestinos o emigrantes politizados en el tejido asociativo oficial, sindical o privado de los españoles de la diaspora.

Asturias socialista era un mito y una realidad que había tenido muchos momentos históricos a lo largo del siglo XX, empezando por el liberalismo radical, el socialismo utópico, el republicanismo federal, la primera internacional o el socialismo organizado. La labor cooperativista, reformista y sindical socialista de Llaneza, apoyada hasta cierto punto por Indalecio Prieto desde Bilbao había tenido también una impronta principal. De hecho, la federación vasco navarra y, en menor medida, la asturiana debido a las escisiones de las Juventudes y de algunos históricos socialistas en el PCOE habían limitado el parlamentarismo de los asutrianos, como demostraron David Ruiz o Adrián Shubert, entre otros. Los anarcosindicailstas también habían arrraigado en tierras asturianas en Gijón y otros lugares. Pero también el sindicalismo agrario republicano y católico, que, a partir del Trienio bolchevique y la crisis de la Restauración se extendería entre los campesinos y mixtos, adscribiéndose al sociamismo, patorcinado también en Cantabria por Matilde de la Torre.

Esta alianza entre mineros, portuarios, metalúrgicos, campesinos mixtos e incluso campesinos pobres o medianos durante los años republicanos permitiría que triunfara la revolución democrática socialista al ganar el Frente Popular las elecciones en Asturias y la zona costera y el eje central de la provincia de Santander. Los gobiernos frentepopulistas de Asturias-León y Santader-Burgos fueron presididos por obreros socialistas, patticipando también en los de coalición con los nacionalistas vascos. Entre Febrero de 1936 y octubre de 1937, un año y medio, guiados por Largo Caballero e Indalecio Prieto, el frente norte resistió y realizó avances socialices y sindicales en el régimen republicano, sin llegar a experimentar apenas las colectivizaciones. No obstante, el cooperativismo y sindicalismo agrario socialista encuadró a decenas de miles de norteños en Guerra, expropiándose tierras y otros bienes  inmuebles de los desafectos o especialmente multipropietarios, e implantando contribuciones extraordinarias de Guerra. Hubo, también, violencia anticlerical tras siglos de clericalismo, pero el culto siguió abierto. Algunos párrocos vinculados con los caciques fueron asesinados o se refugiaron, cruzando la cordillera o escondiéndose. La venganza en 1937 alcanzó tintes genocidas contra los emigrantes castellanos trabajadores de las minas o los que hubieran tenido un cargo político, sindical o administrativo local. Los mixtos o campesinos locales afiliados pero no demasiado significados fueron internados en campos de concentración en espera de ser clasificados, movilizados en el ejército franquista e encrtados. Un hermano de mi abuela Inés Prieto o su primo hermano Gandarillas fueron concentrados, aunque pronto recuperaron la libertad. Mi abuelo, retirado del frente poco antes de la caída de Torrelavega y la entrada de los carlistas navarros en Penagos y Pámanes, bastión socialista desde 1903. Se escondió en una cueva, aunque pudo ver a su hija recién nacida. Lo que no salvó fue su pistola de plata, traída de su vida noramericana entre 1918 y 1925, y la vida de su yegua blanca preñada. Muchos de sus amigos fueron encarcelados, huyeron o algunos se escondieron el cabañas o sótanos. A uno le obligaron a salir del escondrijo amenazando matar a su padre, aunque pudo avisarle un día antes del asesinato en plena galerna. Otro de la Casa Campesina de UGT estuvo huido durante años, hasta que en 1947 mataron a Joselón, su amante y hermano. La Brigada Malumbres, formada tras la muerte del Cariñoso y el incendio de Santander de 1941, siguió actuando hasta 1947, contactando con la federación socialista clandestina.

El tercer octubre de José Mata en 1948, rescatado junto a otros 28 guerrilleros y enlaces, y alguna compañera, a iniciativa de Don Inda, cerraba otros dos que se remontaban a la insurrección restauracionista de la república de la coalición republicano-socialista con presidencia parlamentaria del PSOE de 1934 o la caída final del Frente Norte en 1937.

Ahí empieza el libro del doctor González que en apretada síntesis llega al tardofranquismo para recuperar la historia de la reestructuración de la histórica Federación Socialista Asturiana, con apoyo de retornados de primera y segunda generación del exilio, incorporación de universitarios izquierdistas o reactivación de militancias históricas, que había empezado con el retorno de las minas belgas del minero Otilio y su incorporación junto a un zapatero a las ejecutivas federales socialistas clandestinas, todo ello bajo la supervisión de un abogado socialista con minusvalía en las piernas.

Pronto una asutiana venida de Mécico entraría en la ejecutiva ugetista en el primer congreso celebrado por los socialistas y ugetistas, todavía en la ilegalidad, en abril de 1976, que invistió formalmente a Redondo como secretario general y que mantenía en la dirección del sindicato a media docena de exiliados de primera o segunda generación o antiguos clandestinos de posguerra. Nada que ver con la ejecutiva salida de Suresnes, aunque pronto, aparte del activísimo Juan Iglesias, patrocinador de Amat en 1953 tras el homicidio en comisaría del secretario general socialista Tomás Centeno, se incorporó en la del PSOE a un miembro del gobierno frentepopulista de Asturias presidido por Belarmino Tomás. Rafael Fernández sustituía a Miguel Boyer a comienzos de 1977, dimitido antes de la convocatoria de elecciones por sus compromisos profesionales y su deriva socialliberal desde su inicial marxismo en tiempos de la ASU y Juventudes hasta 1965. La dificultad de compaginar vida universitaria, militancia y trabajo profesional en la Administración me parece que tuvo algo que ver en todo ello. También era una forma de paliar las críticas internas tras la dimisión de Bustelo Castellano y pronto de Gómez Llorente, así como la desilusión de los históricos que no pudieron ver al andaluz Fernández Torres de presidente, ante el protagonismo de más de veinte años en la clandestinidad de Ramón Rubial, salido de la cárcel en 1956 y sacrificado pese a una perspectiva de emigración a México. Rafael Fernández casado con la impulsora del secretariado femenino  desde México, Pura Tomás, hija del histórico Belarmino, presidente de la cuasi federal Asturias y León de 1937, pasaba a presidir la preautonomía del Principado y a ser alternativamente presidente y secretario de la Federación Socialista, sustituyendo a los jovencísimos militantes, como Sanjurjo, que habían recogido el testigo poco antes de la muerte de Franco. Sin embargo, Fernández, que incorporó a antiguos militantes de la época de la guerra, se vio poco a poco marginado, teniendo que ceder la presidencia de Asturias al un intelectual y escritor socialista y regionalista, que es colaborador y protagonista principal del libro de Abel. Y ahí lo dejo, porque es mejor leerle en esta segunda Asturias Socialista que se mantuvo, como la propia primera época socialista de Felipe, hasta 1995. La histórica Federación mantuvo el nombre y  nunca se denominó partido, siguiendo o no las instrucciones del vicesecretario general, Alfonso Guerra, y realizando una división del trabajo entre la administración autonómica, el partido y el sindicato, pese a que, al modo británico, el SOMA dominaba a la Federación Socialista. Parece que seguirá activa la tercera época socialista

Abdón Mateos

Parque nacional del Guadarrama, 28 Mayo 2023

 

El proceso 1001 y el fin de los proyectos de huelga general revolucionaria antifranquista

Con ocasión del próximo cincuentenario del juicio contra la dirección de Comisiones Obreras, conocido como proceso 1001, se va a inaugurar, dentro de las políticas de memoria democrática, una exposición en la Biblioteca Nacional comisariada por Carme Molinero, presidenta de la asociación de historia contemporánea. El juicio, iniciado el 20 de diciembre de 1973, tuvo una significación decisiva para la fase final de la dictadura franquista, pues coincidió con el asesinato del presidente del gobierno, almirante Carrero Blanco.

Desde 1970 se había forjado la unidad de acción del antifranquismo tras años de guerra de la izquierda debido a la herencia de la guerra civil.  A partir de entonces, hubo conversaciones para la creación de la plataforma democrática que reuniera a la oposición moderada con las fuerzas del antifascismo histórico sin la exclusión de los comunistas y la nueva izquierda radical. Exponentes regionales de esa unidad de acción fueron la creación de la Asamblea de Cataluña o el Fondo Unitario de Solidaridad Obrera Antifascista en Asturias. No se logró una única postura de cara a las elecciones sindicales de 1971 pero toda la oposición obrera salvo el dominante PCE defendió la abstención.

En el País Vasco la protesta obrera había dado lugar en 1973 a la creación de una plataforma unitaria reivindicativa entre UGT, CCOO y USO, que trajo consigo la detención de los líderes socialistas, Nicolás Redondo, y comunistas, como Tomás Tueros. En ese contexto, también habían sido detenidas las direcciones de USO y de CCOO en 1972. Los dirigentes de CCOO habían ido detenidos en una reunión donde debatían el futuro de la unidad sindical tras la liquidación del Sindicato Vertical y el final del franquismo. Ello dio lugar a una campaña en solidaridad con los dirigentes de CCOO que se conocería como el proceso 1001.

La campaña de solidaridad tuvo dos vertientes adicionales. Por un lado, UGT y USO, sin dejar de solidarizarse con Comisiones, quisieron también extender hacia sus organizaciones las campañas de solidaridad contra la represión de sus dirigentes, a pesar de estar ambas organizaciones inmersas en un proceso de reestructuración después de crisis internas y escisiones. De este modo, en el verano de 1973 el último congreso de UGT en el exilio contó con la asistencia de delegaciones de USO, y Redondo fue confirmado como primus interpares del sindicato, además de desempeñar la secretaría política del PSOE.

Por el otro, las concertación unitaria antifranquista entre la oposición obrera llevó a realizar un proyecto de huelga general con ocasión del comienzo del proceso contra la plana mayor de Comisiones Obreras. A estas reuniones en Madrid asistieron representantes de la izquierda radical, que incluía a nuevas formaciones procedentes de ETA como el Movimiento Comunista. El representante de la UGT y del PSOE apoyó el proyecto de huelga general siempre que ETA no utilizara la violencia. Sin embargo, ETA siguió con sus planes de hacer coincidir la huelga general con un atentado mortal que convirtiera el día en una situación prerrevolucionaria. No parece que terminaran avanzando los proyectos de una huelga general, pero lo interesante es que todavía en 1973 se planteara esa posibilidad de movilización que había constituido un mito antifranquista desde la convocatoria sin éxito por el PCE de la Huelga Nacional Pacífica en 1959.

Finalmente, el inicio del juicio contra CCOO coincidió con el atentado mortal contra el presidente Carrero Blanco sin que la oposición obrera se lanzase a la huelga general. Se podría decir que el atentado a primeras horas de la mañana del día provocó una reacción de miedo, paralizando también las acciones de solidaridad en el espacio público .A pesar de la conmoción por el asesinato de Carrero Blanco,  Marcelino Camacho fue condenado a veinte años de prisión, mientras que otros dirigentes se quedaron con pena de entre 17 y 12 años. Las penas serían rebajadas un año después. Por su lado, Nicolás Redondo y la dirección de USO vieron postergados sus procesos en el Tribunal de Orden Público, aunque el líder socialista fue despedido de la fábrica, quedando liberado por la organización, decidiendo dedicarse a la reorganización de UGT.

La reacción franquista trajo consigo amenazas de represión generalizada contra los dirigentes obreros, siendo detenidos socialistas como Joaquín Jou Fonollá dirigente del PSOE en Cataluña y muchos otros. No hubo una represión generalizada y no se promulgó el estado de guerra como pedían algunos franquistas, pero el antiguo director de policía, Carlos Arias Navarro, terminó siendo nombrado presidente del gobierno franquista, lo que contentó a los duros del régimen, que pronto serían conocidos como el bunker.

No hubo nuevos proyectos de huelga general revolucionaria, salvo en el País Vasco donde a finales de 1974 hubo una convocatoria con bastante éxito. No obstante, en 1974 se creó la Junta Democrática con secciones en muchas localidades y centros universitarios, mientras que el PSOE, los nacionalistas vascos y la oposición moderada comenzaron a preparar la Plataforma de Convergencia Democrática, que incluiría en 1975 por primera vez a organizaciones de la izquierda radical.

El proceso 1001 y el fin de los proyectos de huelga general revolucionaria antifranquista (elobrero.es)

Fernando Morán fue quizá el principal intelectual político de los gobiernos de época socialista de Felipe González. Ha sido caracterizado como una gran personalidad que reunía la complejidad y la contradicción, dentro de una gran brillantez, cultura e inteligencia. A menudo, su trayectoria da la sensación de que su verdadera vocación fue la de escritor.

Niño de la guerra en Asturias dentro de una familia de la burguesía ilustrada cuyo abuelo había hecho fortuna en Cuba, accedió a la carrera diplomática en 1952, vinculándose a Enrique Tierno Galván en 1956 en la Asociación Funcional para la Unidad Europea y tomando contacto con los seguidores de Dionisio Ridruejo. Destinado a Sudáfrica entre 1957 y 1960; estuvo muy cercano siempre a los problemas africanos, de forma especial la descolonización de Guinea Ecuatorial y las relaciones con Marruecos. Entre 1964 y 1968 fue destinado a Lisboa, anudando los vínculos entre el “Viejo Profesor” y Mario Soares. En esos años fue también enlace de los tiernistas con don Juan de Borbón en Estoril.

Participó en las siguientes operaciones políticas de Tierno Galván, como fueron el Frente Unido Socialista Español (1964), el Partido Socialista en el Interior (1968) y el Partido Socialista Popular (1974). Fue cónsul general en Londres con Fraga de embajador hasta su retorno a Madrid en 1976 como Director General, tocándole vivir el ingreso del Reino Unido en el Mercado Común Europeo y el retorno al poder de los laboristas británicos con Harold Wilson.

Candidato sin éxito del PSP al Congreso de los Diputados por Madrid en junio de 1977, fue elegido senador por Asturias en mayo de 1978 tras la unidad con el PSOE y la renuncia del comunista Wenceslao Roces, que procedía del exilio en México. Su hijo Fernando fue el primer secretario de la reconstituida Agrupación Socialista Universitaria en 1977, continuando como su padre la carrera diplomática.

Formado en la época del ministro franquista Fernando Castiella, Morán fue un defensor de la autonomía de España en el bloque occidental, cercano a la postura francesa de no formar parte de la estructura de mando militar de la OTAN.

En 1980, con el PSOE en la oposición y como portavoz de los temas Internacionales en el Senado, publicó Una política exterior para España que defendía el mantenimiento del statu quo que evitara la satelización y la alteración del equilibrio de los Bloques de la Guerra Fría. Por ello, su paso por el Ministerio de Asuntos Exteriores duró apenas tres años, abriendo la verja de Gibraltar y firmando la incorporación a la CEE. Discrepó del apoyo al despliegue de los euromisiles por parte de Felipe González y de la obligada interrelación entre la OTAN y la CEE, así como del postergamiento del referéndum. Su gestión permitió superar las tensiones con Francia hasta el punto de hablarse de nuevo pacto de familia entre los dos países.

Después de su paso por las Naciones Unidas, encabezó la candidatura del PSOE en las elecciones europeas de 1989 y 1994, manteniéndose alejado de las luchas internas entre guerristas y “renovadores”, aunque estuvo más cercano a Alfonso Guerra que a Felipe González. Vinculado a Izquierda Socialista perteneció al Comité Federal del PSOE entre 1990 y 2000. Ganó unas reñidas primarias para alcalde de Madrid en 1998 frente a Joaquín Leguina, dimitiendo como concejal y portavoz socialista en diciembre del 2000, siendo sustituido por Rafael Simancas, nuevo secretario general del PSOE en Madrid.

A partir de entonces Morán se dedicó a la escritura, destacando el libro de vivencias Palimpsesto (2002) en las que recoge viajes, relaciones y reflexiones sobre el orden internacional y la política española. Este libro culminaba una larga trayectoria creadora como novelista y ensayista que había comenzado en 1958 con el libro También se muere en el mar.

Mostró siempre una gran sensibilidad hacia la Historia, acordando la accesibilidad de los archivos diplomáticos con veinticinco años de antigüedad de los documentos, lo que nos homologaba, entonces, con la mayoría de los países de Europa Occidental. La realidad actual es de regresión en el acceso a las fuentes primarias, si bien hoy en día una norma así debería cubrir toda la etapa de gobierno de Felipe González mientras que, entonces, la apertura afectaba a las dos primeras décadas de la dictadura franquista.

Publicado en El Obrero, 20 de febrero de 2020

 

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